sin soles y sin versos, sin la llama
de una piel o un aliento cristalino
que traiga algunas batallantes horas
con sus íntimos sones
a inundarnos.
No hay un sitio poblado
de la angustia o el transcurrir glorioso
ni un cocuyo en los días
que susurre aquí estoy, siéntate cerca,
toma mi mano, anímate
y hagámonos.
Riela la luz amiga o compañera
junto a la voz tortuosa
de antes, de galaxias y de siempre.
Aquí triscamos solamente solos
en la gran compañía
del recuerdo feraz, raizal memoria
clavada sobre el filo asaz fermento,
y una consolación de amaneceres
tornasoles acaso.
II, 1988
Publicado en el libro MUSICA DE SINFINES 1988 de Eutiquio Leal
(Página 73)
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