rosáceas y avarientas oquedades,
tibia sustancia tierna hecha volumen
acariciado en bálsamos.
El nervio, la corola, el holocausto
y la piel
que es un aire de tersuras
se iluminan de cuerpo en florescencia
donde todo es misterio
acaso redivivo, acaso ahogado.
Estremecerse el paraíso ciego
al feroz titilar
del tacto y la descarga fulminante,
como el brote iniciático
de corola surgida en pleno agosto.
Ya nada más redime sino el lecho
y la luz del crepúsculo
o la aurora del vivaz unicornio.
VIII, 1987
Publicado en el libro MUSICA DE SINFINES 1988 de Eutiquio Leal
(Página 169)
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