donde afondaron todos tos desechos,
anémona cetrinamente pálida
hecha de una llanura con galopes selváticos.
Somos, es cierto, escoria, orín, retales...
Pero henos también que somos polvo cósmico,
pan redivivo, abrazo con estrellas,
aliento vitalicio, tremolar de hipocampo...
Se pudrirán el oro y sus vocales,
mas nunca olvidaremos la sonrisa del viento
ni el tibio despertar de nuestras sábanas.
Hay la luz. Hay el fuego. Y hay el canto.
V, 1988
Publicado en el libro MUSICA DE SINFINES 1988 de Eutiquio Leal
(Página 75)
(Página 75)
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